El fuerte repunte inflacionario observado en los últimos años fue un fenómeno global. En la mayoría de los países se superaron, con amplio margen, los máximos de inflación de al menos dos décadas o hasta cuatro, como el caso de Estados Unidos. En este contexto, Latinoamérica nos dio una lección de responsabilidad en términos de política monetaria (con contadas excepciones por cuenta de factores idiosincráticos marcados). Por una parte, fue la región que primero inició el ciclo de ajuste monetario, y también fue la que mayor movimiento materializó, una prueba del compromiso con mantener la inflación bajo control, incluso a pesar del riesgo de una muy probable y marcada desaceleración económica.
Así, entre las economías más grandes de la región, la inflación en Chile, Colombia o Brasil alcanzó su pico en torno al 12,1% y 14,1%. Pero, con Brasil a la cabeza, y con una sensible reacción, se llevaron los tipos de interés a niveles entre 11,25% y 13,75% entre estas tres economías, y en general incrementos entre 725 puntos básicos en México y 1.175 puntos básicos en Brasil, los que menos y más aumentaron tipos respectivamente en este ciclo. Ahora bien, esta postura logra un rápido beneficio, en especial en Brasil, que tomó la postura más decidida. Allí, la inflación se redujo con fuerza en el último año y se ubica en un 5,2% (693 puntos básicos por debajo de su máximo). Adicionalmente se materializó un descenso importante en Chile y algo menos marcado en Perú, México y Colombia (sobre los 300 puntos básicos desde sus respectivos picos), pero en todos ellos encaminados a una importante moderación.
Este notable esfuerzo por parte de la política monetaria no está exento de un gran sacrificio. La región, al haber incrementado significativamente los tipos de interés, también contribuyó a una moderación marcada en la actividad, que en algunos países como Chile causaron incluso una contracción económica. Este castigo se sentirá en el crecimiento esperado para Latinoamérica, para 2023, que será del 1,9%, y en 2024 del 1,5%, por debajo del 2,9% y del 3% esperados para la economía global, respectivamente. Pero este sacrificio en términos de actividad, en una región en la que todavía existen muchas limitaciones, obtiene un premio producto de esta responsabilidad de la política monetaria y que se materializa en el apetito de los inversores. En otra época, que ya está lejana y de la cual se aprendieron lecciones muy importantes, el ajuste de política global observado en el último año habría causado un fuerte castigo a los flujos de inversión hacia la región. De igual forma, se anticipa que la inflación se aproxime, para la mayoría de las economías de la región, hacia sus metas entre 2024 y 2025, convergencia que en el pasado también habría sido más lenta y más dolorosa para su población más vulnerable.
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