
VIOLONCHELO DU PRÉ La nube detenida en el día de Londres. Un gran pájaro asciende. Qué tibio el gris de octubre para Bach, para tensar el bíceps de tu brazo derecho. Un ágil pulso orfebre riza en tu mano izquierda tanta noche anterior, cuando soñaste con un oscuro hierro en tu columna. Luego vuelas, luego sabes volar y estás volando. Y alguien dice de ti: sigue siendo tenaz incluso muerta. Porque mueve sus alas la suite número cinco, porque abrazada a un cuerpo la BBC repite tu apasionado modo de abrazar ese cuerpo entre tus piernas. Las leyes de la química cosen por tus tejidos su volátil gavota en do menor. Incluso muerta giran, alrededor de ti, embelesados duendes. Zarabanda de octubre en una danza, nube que ya sabe volar, que está volando. Julia Jackson, 1867. Fotógrafa: Julia Margaret Cameron JULIA J. FOTOGRAFIADA POR MARGARET CAMERON La textura porosa de su tez. Quizá el tejido de la fotografía adquiere aspectos entre un momento aún de la infancia y ese rasgo inicial, una altivez salvaje, adolescente. Los ojos muy claros, la sombra recogiendo el misterio que recorre la cabellera y luego vuelve a los labios apretados, a la distancia inglesa del mundo e imperceptibles torturas victorianas. ¿Qué sabemos de ella sino la seriedad de su belleza? ¿Qué heredad suya conocemos sumergiéndose en el Ouse? Ahora está a punto de ser acariciada, estremecerse su barbilla, recogerse el pelo, porque una madrugada, despacio, alguien le deshaga la trenza y le prometa una virtud, un sometimiento. Ahora, todavía arrogante, responde a los augurios. Separémosla de la hija suicida ni siquiera pensada. Escuchemos su gesto, su instante, su primera hermosura. Invitemos a su piel en el tacto desde la fantasmagoría de una foto del diecinueve hasta nuestra mano, que quisiera decir cuánto, de todo el tiempo, se adueñará su hija.